Como muchos sabrán, he estudiado español como segunda lengua por al menos 20 años. Cuando cambié de profesión y dejé la enseñanza de español, ya no practicaba tanto, salvo en conversaciones con uno o dos amigos hispanos, especialmente Julio, que en paz descanse.
Pero hace algunos años, aumenté la intensidad de mi práctica. Me dediqué de nuevo a mejorar mi dominio, pero ya que no es mi trabajo, he tenido que encontrar formas creativas de integrarlo en mi vida. De practicar la “inmersión” sin estar realmente inmerso. Mis estrategias incluyen:
Me han ayudado mucho y me han permitido reencontrarme con viejas amistades hispanohablantes y algunos amigos nuevos, tema sobre el que pienso escribir en otra ocasión.
Algo que he descubierto en el aprendizaje de idiomas — ya sea español o cualquier idioma — es que es necesario poner en práctica lo que Jesús dice en el evangelio: “En verdad les digo: si no se convierten y se hacen como los niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18,3).
Cuando uno empieza a aprender español, es así. Uno es como un niño que no sabe hablar y tiene que aprender todo desde cero — el alfabeto, la pronunciación, las palabras más sencillas. Y aun cuando uno ha avanzado más, como yo, descubre que todavía hay bastante que no sabe. A veces cuando estoy entre hispanohablantes, me siento como un niño, balbuceando y buscando las palabras para expresar lo que quiero decir.
Por esta razón, hay gente que no empieza a aprender una segunda lengua. Cuando yo era profesor de español, algunos estudiantes no se atrevían a entrar en este modo de niño. Evitaban participar en las clases, no porque les faltaran iniciativa o talento, sino porque se sentían ridículos cuando hablaban en español. Porque se dieron cuenta de que estaban totalmente fuera de su elemento. Pero hay que abrazar la sensación de estar fuera de lugar para aprender otro idioma. Es parte imprescindible del aprendizaje, y no sólo con respecto a los idiomas.
De todos modos, todavía no creo que esté avanzando tanto como debería. El problema más grande que tengo es la falta de vocabulario, como si existiera un hueco en mi léxico español que necesito llenar antes de llegar a un nivel nativo. Leo y miro bastantes cosas, hablo con otros, pero siempre termino buscando palabras en diccionario o frases muy básicas que quiero decir y no recuerdo — como “semáforo”, “granjero”, o “sonarse la nariz”, por dar unos ejemplos de mi historial guardado en WordReference.com.
Bueno, mi conclusión es que mi práctica diaria es demasiado pasiva. Ver una película o leer algo está bien, pero si luego no lo pongo en práctica, olvido lo que he aprendido. Estoy pensando en aplicar las siguientes estrategias para aprender más activamente:
Ya veremos. No sé si tendré la disciplina, pero me parecen buenas ideas de todos modos.