Matt Watson

Recordando a Julio Chojeda Torres

Matt Watson

English translation

Con profundo pesar, recibí la noticia de que Julio Chojeda Torres falleció el 12 de julio de 2025, a los 76 años. Aquella misma mañana, intercambiamos algunos mensajes de voz por WhatsApp. Me contó que estaba en el hospital por una emergencia respiratoria, pero luego me dijo que había recibido la revisión de un documento que yo le había enviado y que estaba trabajando en otras traducciones que esperaba terminar pronto, como si fuera un día normal. Él siempre fue así, un hombre responsable que quería cumplir con sus deberes. Nunca quiso dejar de trabajar, y de hecho trabajó hasta el último día de su vida.

Lo conocí gracias a mi hermano Blake, quien lo conoció a través de redes asociadas con la atrofia muscular espinal (AME). Un día de 2009, Blake me dijo, “Matt, deberías hablar y practicar español con este hombre que tiene AME que se llama Julio y que vive en Lima.” Luego hablamos por Skype, y a partir de ese momento comenzó una gran amistad que duraría 16 años. Los años han pasado demasiado rápido.

Si hablas con los amigos de Julio, te contarán muchísimas cosas, pero hay algo que todos coinciden en decir: Julio siempre sabía qué decirte para darte ánimo de seguir en la lucha, de no rendirte ante los desafíos del día.

Hace diez años, hablé con algunas personas cercanas a Julio, porque yo estaba trabajando en una biografía sobre su vida, un proyecto que él quería que escribiera. Desafortunadamente, no lo llevé a cabo en ese entonces, pero el año pasado retomamos la idea. Empecé a grabar muchas de nuestras conversaciones nocturnas, y ahora tengo numerosos relatos de su vida en audio que realmente tocan el corazón.

De hecho, estoy de vacaciones esta semana y mi plan era avanzar con el libro, al menos terminar de transcribir muchas de las entrevistas. Ojalá él estuviera aún aquí para poder responder a mis preguntas, pero me siento profundamente agradecido de haber tenido la oportunidad de grabar tantas conversaciones con él durante el último año.

En junio, le pedí que revisara una presentación que tuve la oportunidad de dar, por Zoom, a una orden religiosa en Colombia. Era un testimonio de fe. Él corrigió mi español detalladamente. Me dijo que iba a editarlo bastante, porque “si el español suena mal, no está bien. El español tiene que sonar bien.” No iba a dejar que me presentara como un malcriado delante de las monjas.

Días después, me compartió su propio testimonio de fe, contándome cómo durante mucho tiempo había sentido dolor por la injusticia de su condición con AME. Encontró paz con Dios gracias a muchos amigos solidarios de su parroquia y a la oportunidad de trabajar con la doctora Liliana Mayo y el Centro Ann Sullivan del Perú.

Él puede contar esta historia mejor que yo, así que lo que sigue es una transcripción parcial de una entrevista que dio el 28 de junio de 2025. Es un pequeño capítulo en la vida de Julio, cuando comenzó su colaboración con el Centro, la cual dio lugar a toda una vida llena de amistades, tanto viejas como nuevas, que para él estaban unidas por formar parte del plan de Dios para su vida.

Un testimonio de fe de Julio Chojeda Torres

Yo nací en la fe católica y yo asistía a los catecismos, participaba en las misas dominicales, y yo era un niño que destacaba en el estudio. Yo siempre consideré que yo era la esperanza de la familia, quien iba a ver por mi madre y ayudar a mis hermanos, y me vi en una enfermedad que día tras día me quitaba fuerza.

Aunque los médicos me decían que yo estaba bien, yo no soy, pues, idiota para no darme cuenta que estoy perdiendo fuerza. Cuando me dieron el diagnóstico simplemente era confirmación de lo que yo tenía, sospechaba, ¿no? Hay que haber un motivo, solamente que yo no sabía cuál era la razón.

Entonces eso sí es una cuestión. Yo me negué, creía que Dios era muy injusto. Sinceramente yo todavía podía asistir a la misa, todo, pero ya no iba. Porque me sentí mal. Yo me sentía mal por mucho tiempo. No lloraba ni nada, pero es así.

Después vinieron gente de la iglesia a apoyarme. Fíjate, que eso es un milagro también que un cura joven de la Iglesia de la Visitación que se llama padre Marcos se encontrara con la doctora Liliana, y que ambos habían sido compañeros en San Marcos, fíjate, y el padre Marcos le habla a la doctora Liliana sobre mí.

El padre Marcos había sido compañero de la doctora Liliana en la Universidad San Marcos. Eran compañeros de estudios y el padre Marcos pertenecía a la orden Monfortiana, la Iglesia de la Visitación. Entonces sabía de mí y le habla de mí a la doctora Liliana.

Primero vino Jeanie Schiefelbusch, que vino de la institución Christian Foundation. Ellos venían a apoyar a la gente pobre en Lima, en mi sector, porque Jeanie Schiefelbusch era amiga de la doctora Liliana. Jeanie Schiefelbusch recomienda pues ayudar a la Iglesia de la Visitación. Para poner un comedor para los pobres.

Y el padre José que era el parroco en ese momento viene a mi casa y me dice, “Julio tú crees que podamos hacer como cien formatos en inglés con una carta presentación?”

Yo le dije, “No hay ningún problema.” Yo había aprendido inglés por mi cuenta, porque yo tenía que ponerme en contacto con instituciones, porque yo tenía que investigar mi enfermedad. Realmente no había cura, podía afectar a otros miembros de mi familia.

Entonces fíjate cómo se va uniendo muchos puntos.

Y mira, entonces viene el padre José, vino Jeanie a mi casa, todo, que si yo podía hacer una carta presentación. Le dije, “Mira, lo que yo puedo hacer es un modelo. Solamente vamos a cambiar los nombres, o sea dos/tres modelos de acuerdo a las circunstancias.” ¡Puso bastante secretaria y nos amanecimos!

Jeanie Schiefelbusch le habla a la doctora Liliana sobre mí. “Mira, le hice conocido a una persona que no sé cuánto…” Y vino, pues, la doctora Liliana a mi casa. Me dijo, “Julio, ¿tú puedes aprender a manejar una computadora?”

“Claro que puedo,” le dije.

Yo más antes iba a la reunión de jóvenes de la Iglesia de la Visitación porque me llevaba mi amigo Fernando Flores, hermano de Enrique Flores, el poeta. Todo está relacionado. Él me lleva. Entonces, yo ya me sentí más en paz con la iglesia también, con Dios.

Y yo había leído, en una revista que había en varios idiomas en la iglesia en un sitio donde nos reuníamos, sobre el caso de una persona con discapacidad que manejaba computadoras en el canal de Panamá. Dije, Dios mío, una computadora y el hombre trabaja en el canal de Panamá. ¿Y tenía discapacidad ese hombre? Sí, estaba en silla de ruedas. Entonces yo le pedí a Dios que yo solamente quería una oportunidad de trabajo. Y viene la doctora Liliana y me ofrece.

“Julio,” me dice, “¿tú puedes aprender a manejar computadora?”

“Sí,” le dije, “sí puedo.”

Me dio un manual en inglés y yo entendía. Y yo era el único que sabía manejar, imprimir y todas esas cosas. Y así fue que me dieron el trabajo, no me pagaban nada, solamente me ofrecía, la iglesia me llevaba y la doctora Liliana prestaba su carro para que me trajeran en la tarde.